Durante años me creí la tesis de que había sido yo quien se había
encontrado con Dios. Pero la verdad verdadera es que somos los
encontrados. Los conocidos por Jesús.
Mientrás acudí a la Escuela
Dominical asumí la idea de que el cristianismo era el encuentro del
hombre con la Iglesia. Pero después de quince años como pastor en Zaragoza
me veo diciendo que el cristianismo es el encuentro de Dios con el
hombre. Pero no de cualquier Dios, sino de un Sr. Dios que se hace hombre
en un mundo de mitos y de hombres divinizados.
Cuando abandoné la infancia atesoré la idea de un Dios-juez que anotaba con suma precisión
todos mis pecados en una especie de bloc con caratúla negra. Ahora a los
jóvenes de mi comunidad les trato de meter en la cabeza la idea de que
donde Dios ve pecado pone justicia, donde ve lo malo pone lo bueno.
Ya sé que son ideas poco ortodoxas, pero me doy permiso para aceptar la idea de que el Amor sólo vé el bien.
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