El cuervo


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me cuentan que después de cuarenta días y cuarenta noches lloviendo, al fin escampó.Porque siempre que llueve escampa. Y Noé abrió una ventana del barco y soltó a un cuervo, pero el cuervo daba vueltas y vueltas, como un avión sin permiso para aterrizar, porque todo estaba inundado. Y entonces se inicia la semana donde el cuervo comenzó a discipular a los animales.

Pero lo que la historia oficial no nos cuentan es que el cuervo nunca comenzó diciendo lo que podíamos leer, lo que podíamos hablar y lo que debíamos callar.  No señor. El ciervo fue cauteloso. Empezó por lo soportable. Fue de lo simple a lo profundo.

El primer día, con tono suave, explicó lo que podían comer y lo que no podían comer. Lo que era bueno y lo que era malo. Lo malo era más que lo bueno. El segundo día, musitó al oído, como si no tuviese importancia, con quien nos podíamos acostar y con quién no. Y nosotros nos mirábamos con miedo los unos a los otros.

Al tercer día, cuando ya sabía que le prestaban atención, es que el cuervo se atrevió a graznar lo que es sano y lo que es impuro. Aclarando, con lujo de detalles, lo que es ortodoxo y lo que es heterodoxo. Y como lo decía a la oreja de cada animal, ellos se creían elegidos. Importantes.

Al cuarto día, canturreó una lista de cosas que deberíamos hacer en el nuevo mundo. Por ejemplo, no oír música los domingos,  no usar ropa ajustada, no hablar con los foranos, etc, etc. La lista era interminable. Irrealizable. En realidad, nadie viviría tantos años para poder cumplirla. Así que les invadió la desesperanza.

Al quinto día, el cuervo, declamó las bendiciones y las maldiciones que caerían sobre todos aquellos que le obedecieran y sobre los que no le obedecieran. Y nadie dijo nada. Y es que el miedo nos paraliza.

Y entonces, llega sexto día, en el que  parecía que el Sr. Dios los había abandonado por completo, y el cuervo sin ningún tipo de escrúpulos y sin usar los signos de puntuación hace advertencias, dicta sentencias, hace amenaza. Apunta y abre fuego. Y dice sin diplomacia lo que podemos hablar y lo que debemos callar. Así de simple. 

Y al séptimo día, Noé tómó una paloma y la empujo ventana afuera para que dijera como estaba el mundo exterior.

Y el rebaño se sigue preguntando, después de tantos años, como Noé fue tan flexible con el cuervo y tan poco tolerante con la paloma.

 

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