Escribimos para decir quienes somos.

Hoy me han hecho una pregunta vía e.mail: ¿Por qué escribes? Y me he detenido y he respirado pausadamente.

En primer lugar escribo para no estar solo. Escribo para dejar constancia de lo que ocurre en el rebaño y con el pastor. Escribo desde lo más oscuro de mí ser y de lo que más me importa. Aun sabiendo que corro el riesgo de dejarme arrastrar por las palabras a lugares donde no quisiera llegar.

Escribo siendo consiente de que dejaré constancia de cosas que no quería decir, cosas que a veces son peligrosas de formular, o de darle una gramática adecuada; pero cosas que a fin de cuentas son necesarias.

Y al final escribo para descubrir mi identidad. Y es que los dinosaurios ven a su pastor de una manera distinta a como el propio pastor se ve. A pesar de las dudas y la efectividad pastoral, a pesar de las preguntas que no se contestan; el pastor de los dinosaurios es estructurado como un medio de gracia en un mundo sin mucha misericordia.

Ahora sé que “no soy uno más”, por mucho que insista en afirmarlo. Y esto lo digo sin apasionamiento. Pero para los dinosaurios y su imagineria soy alguien diferente y visible que les muestra al Dios invisible e inmutable. Que les muestra una tierra que está más allá de su propia tierra. Que habla del presente con palabras antiguas y del futuras.

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