¿La filosofía como terapia?

Querido Onfray:

Estoy ilusionado de verte. No te imaginaba así. Bueno, para ser sincero no te imagina de ninguna manera. Ya sabes, leemos y leemos; pero no tenemos ni una remota idea de como es el escritor si no aparece su foto en contraportada. Y aunque no lo creas mirarle la cara a quien nos escribe ayuda. Da referencias.

Puedo estar de acuerdo con muchas ideas tuyas, incluso con esa de que la filosofía no era otra cosa que una teoría del buen vivir. Pero las experiencias vitales sólo son eso: sentido, verdad, certeza, razón; en un plano personal, único e intransferible. Mi sentido de la vida es otro, por la sencilla razón de que soy otra persona. Nací en otra familia, en otro país, con otro medio de producción, fui a otra universidad. Mi dolor es mío. Así como tu pena es tuya.

Puedo estar de acuerdo con tu creencia de que la filosofía es curativa. Pero a la vez acepto la idea de que no es consolativa. Puedes explicarme lo que soy, de donde vengo y a donde voy. Pero eso no me consuela. Y sospecho que la filosofía algo tendrá que decir al problema del dolor.

Como no lo sabes, te lo cuento. Crecí bajo una dictadura del proletariado. Donde la filosofía marxista-leninista era el pan nuestro de cada día. Y el ateísmo científico formaba parte de mi indumentaria social. Y todo ese enramado de teorías y conocimientos no me hicieron mejor persona ni me acompañaron en la orfandad del alma.

Como verás puedo ser muy buen filosofo; pero eso no me mantendrá a salvo de la enfermedad, de la injusticia, de la soledad y de la muerte. Para enfrentarme a tales cosas requiero de algo más que terapias. Un poco de consuelo no me vendría mal.

En mi próxima carta te comentaré sobre mi ideal del cristianismo. Entretanto disfruta de la postmodernidad barroca de la península.

Me ha ilusionado verte.

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