Creciendo entre espinos y cizañas.

La tesis de que podemos vivir nuestra vida espiritual solos es cuestionable. Mantener una vida de fe require de ciertos ambientes para crecer.

No puedo llevar una vida de oración saludable si a mi alrededor nadie ora. Se hace una cuesta ardua mantener una comunión con Dios cuando las personas con las que convivimos rechazan la idea de Dios. De nada me sirve estar luchando por el Reino si la gente con las que me relaciono orientan su corazón a cualquier otra cosa que no es el Reino.

No me alarmo cuando alquien me dice que no sabe orar. No me asusto cuando alguien me confieza que nunca ha abierto una Biblia. No me sorprendo cuando un amigo cambia de tema cuando la conversación se encamina hacia asuntos espirituales.

Hacer teología los domingos me es cómodo. Pero si me encuentro con alguien en el centro de Zaragoza o hablo con los desafortunados de la vida, la conversación sobre Dios es embarazosa.

Cuando hago una opción espiritual y quiero ser integro con ella no puedo elegir las circunstancias en que esta ha de desarrollarse. Pero si puedo elegir los amigos, los libros que leo, la música que escucho, los lugares donde paseo.

Quizás estás últimas cosas sean las que me permitan crecer aun cuando estoy rodeado de los espinos y las cizañas.

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