Gracias Antonio Meucci!

El teléfono viene siendo usado desde 1876. Ha dejado de ser un extraño artefacto para convertirse en un elemento personal y complementario de nuestro día a día.Hay telefónos fijos y teléfonos móviles. Pero ganan por goleadas los móviles por la sencilla razón de que van a donde nosotros vamos y en su interior está casi toda nuestra biografia hecha música e imagen.

Cuando suena el teléfono me pongo como un gato agazapado. Esperando a ver que sale por el agujero.

Hay días malos. Son los días que los fundamentalistas se ponen de acuerdo para llamarme. Y no importan si son de derechas o de izquierdas, te llaman con la mismo impetu arrollador. No importa si han nacido aquí o allá, me llaman para clasificarme y ponerme en su trinchera o frente a la de ellos. No importan si defienden el derecho a la vida (como se le llama ahora al no-abortismo)o para que se les de una oportunidad a los homosexuales en la liturgía. Los extremistas se parecen mucho entre ellos. Sobre todo cuando utilizan el telefóno para no dar la cara. Utilizan el mismo lenguaje victimista, vociferan las mismas frases arcaicas, y predican las mismas razones sin cordura. Y si intento dialogar o explicarme acaban con el mismo postludio: me cuelgan el teléfono. Los extremistas son los que en nombre de la verdad, la libertad y la fraternidad instauran el fascismo en nuestras vidas.

Hay días que no tan malos y la voz que emana del telefóno, como si de un olor se tratase, es incierta y dolorosa. Llaman para ser escuchados. Pero que no se me ocurra decir como me siento porque ellos se sentiran el doble de mal. Sus dolencias son titánicas, sus enfermedades apocalípticas y sus llantos, bueno sus llantos son diluviales. Después que se han lamido las heridas se despiden con premura.

Pero hay días buenos y la voz que brota es familiar y amable. No me llaman para nada en concreto, sólo para saber de mi. Para saber si he sobrevivido a la noche. Y es que el cariño es así de simple. No espera mucho. No demanda nada. Se conforma con saber que me mantengo respirando, aunque esté bajo del agua.

Cuando los días buenos llegan, tengo un pensamiento de gratitud para Antonio Meucci.

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