Cuando se confunde la verdad con la propia opinión.

Una cosa es la verdad. Otra cosa es nuestra opinión. Y en el camino entre ambas están las certezas. En las reuniones ecuménicas acostumbramos a trasvestir nuestra opinión como la verdad. Y esto resulta tan peligroso como entrar a un territorio con mandriles en celo.
¿Cómo evitarlo? Quizás haya que hacer algún ejercicio de memoria. Quizás tengamos que definir la palabra certeza. El señor Rhaner identifica a la certeza como una especie de seguridad, o sea, como la ausencia de duda.
Así que en vísperas del Día de Todos los Santos y teniendo como inevitable el Halloween, yo tengo algunas certezas:
a. Es otoño
b. Las hojas de la parra están rojas y caen al suelo
c. Tengo que barrer el patio
Como vereís estoy lleno de certezas; pero también de dudas.

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