La cruda realidad.

Lola viene de una tradición evangélica congregacionalista. Fernando de una corriente dentro del catolicismo que sostiene la erudicción y el buen talante. Yo, bueno, ya saben que soy bisnieto de presbiterianos y eso se nota por fuera.
Los tres nos sentamos cada miércoles a hablar sobre como vemos la vida desde nuestras fortalezas eclesiológicas mientrás tomamos un té de otoño acompañado con galletas de mantequilla.
Con los meses hemos aprendido a saber estar y ha escucharnos. Me temo que somos amigos. Ahora estamos en esa rara etapa de que para ver la vida y su verdad necesitaremos dos actitudes: la humildad y el ser dialogantes.
Si los cristianos partiéramos de la idea de que nuestras opiniones no son definitorias y que no poseemos el patrimonio de la verdad de Dios entonces nuestra actitud sería de una respetuosa escucha a los que desde otro contexto nos hablan de Dios.
Pero fuera de nuestras reuniones la realidad es otra. Es cruda.

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