Me gusta como canta Madonna.

Madonna ofreció un concierto en Zaragoza durante el verano. Pero yo no fuí. No por que no hubiese tenido deseos, sino por prejuicios. Cuando era un adolescente me dijeron que los pastores a los único conciertos que podían asistir en toda su puñetera vida eran a los de un cuartetos de cuerdas o a los de la Filarmónica de Viena. Pero ya sabes, en la adolescencia nos creemos todo lo que le dicen. Con los años he aprendido a dudar de las opiniones de los demás. Pero también de las mías.
Cuando elevamos a categoría absoluta verdades relativas o nuestras opiniones estamos andando un camino que nos lleva a ninguna parte. Estamos cometiendo una herejía en el sentido moderno de la palabra. Rodamos hacía el escándalo. Y acabamos atrincherado en el fundamentalismo.
El mejor antídoto contra los fundamentalismos es la autocrítica. La reflexión de nuestras opiniones. Dudar de nuestros propios pareceres.

Comentarios