Los atardeceres del domingo tienen un no se que.

Algunas personas le vendería su alma al Diablo por por saber que hace un pastor soltero en las tardes de los domingos. Como no quiero que nadie tenga trato con la competencia les narraré mi último atardecer.

Llegó a casa entre dos luces. Vengo de una residencia de ancianos en las afueras. ¿Por qué siempre estarán en las afueras las residencias de ancianos?. Mójado y con frio llego. Los atardeceres en Zaragoza en esta época del año son asi de jodidos.

El primer impulso es quitarme la corbata; pero no cedo a él. Las personas elegantes son elegantes siempre aunque esten en casa. Además la casa esta fría. Theodorico I, que es el nombre de bautizado de Teddy, me ha estado esperando y ahora ronronea a mis pies. No logro distinguir si quiere mimos o comida. Acabo dándoles las dos cosas para evitar malos royos.

Enciendo la tele para sentirme un poco normal y corriente. Me proparo un chocolate caliente y me siento en el sofa mientras National Geographic describe como se construyó el aereopuerto de Kioto en el medio del mar.

El chocolate caliente no sólo te calienta el gaznate sino que te hace sentir las manos calidamentes vivas otra vez y es entonces cuando puedes leer El País y El Períodico de Aragón. Hay gente que puede leer la prensa en las mañanas mientras come un croissant. Pero yo no. Yo lo leo cuando las noticias han dejado de serlo. Cuando del otro lado del Atlántico la familia esta haciendo la sobremesa.

En los atardeceres del domingo nadie me llama al telefóno ni tengo quien me escriba al e.mail. El edificio está silencioso. Imponentemente silencioso. El cansancio ha bajado del pecho y se ha arrinconado en los pies.

Busco una película de acción. Ya se que no sigo las indicaciones de mis amigos que me aconsejan que vea más cine europeo y sobre todo más español; pero para ver la realidad europea o española no necesito ir al cine, está al salir de casa. Personalmente prefiero ver algo donde ganen las buenos al final. Y es que me gusta comenzar la semana sabiendo que los buenos ganan alguna vez.

Caliente, contento, ilusionado y cargando sobre mis rodillas con Theodorico I me siento agradecido a Dios por el día que acaba. Y es que los atardeceres del domingo tienen un no se que que me hacen ir a la cama agradecido. Jodidamente agradecido.

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