Más que las respuestas, me gustan las preguntas.

Preguntáme por qué subo a Jaca
y por qué abandono el valle.
Pero preguntámelo de manera reformada;
no te auxilíes de los dogmas y de las buenas costumbres
que te inculcarón en la infancia.

Preguntáme por qué elijo que el crepúsculo del viernes
me sorprenda allá arriba, tan cerca del cielo
y no opte por la parranda de la urbe, tan cerca del río;
Pero preguntámelo como si estuvieras en un dique seco,
desarmada y propensa a recibir un abordaje.

Preguntáme por qué recorro setenta y dos kilometros leyendo
y los restantes setenta y un kilometros escuchando a Albinoni;
Pero preguntámelo sin tapujos
sin diplomacia alguna
sin tino y sin cordura.

Y es que más que las respuestas, me gustan las preguntas.

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