Un momento para destruir y un momento para edificar.

De Cuba me llegan pocas cosas. Alguna carta de Pascuas a San Juan y algunas fotos.

Pero las últimas fotos, vía e.mail, me han hecho llorar. Y eso que mi padre me había indicado que los hombrse no llorabámos. Pero ver la imágenes de como la iglesia donde crecí era derrumbada a mandarriazos me provocó que algo salado y húmedo me corriera por la mejilla y me mojara la americana.

La edificación que albergó por años la iglesia presbiteriana del pueblo no se sostenía más. Estaba llena de grietas y sin ventanas. Nunca las autoridades dieron permiso para su mantenimiento. Y los años la han convertido en una ruina. Y como si de un cuerpo viejo y cansado se tratase se dejó morir entre las lluvías de los ciclones y el sol del Trópico de Cáncer.

A la Iglesia local hace unas semana les han dado permiso para derruir el edificio viejo y construir otro. Mientrás tanto la comunidad se reune en la casa familiar de los Mendés, cercana al antiguo templo. En el salón se realizan los cultos. La Escuela Dominical es el el comedor y en el patio. La comunidad está formada por cincuenta adultos y veinte niños. Dice mi padre que están como sardinas en latas. Pero están contentos. Les envidio.

Les pregunto por el presupuesto y los planos del nuevo edificio. Me dicen con entusiasmo que ya tienen mil euros ahorrados. Y que me enviaran los planos para que los vea. ¿Mil euros nada más? Me asusto. Y me dan el tiro de gracia con la despedida: Ahora estamos destruyendo; pero un día te podremos enviar fotos de lo que construímos

Me pregunto que puedo hacer para ayudarles:¿Orar? Vale. Señor Dios, te pido que bendigas de manera especial a los que estan derrumbando los muros de la iglesia en Placetas y como Tu eres el dueño del oro y de la plata proveéles para la construcción del nuevo edificio. En el nombre de Jesús. Amén.

Pero me quedo insatisfecho.Teológicamente insatisfecho.

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