El Consell Evangèlic de Catalunya y la Comisión de Libertad Religiosa de la Alianza Evangélica Española a través de un manifiesto dicen que el Cuba se persiguen a los cristianos y han convocado a actos silenciosos delante de los diferentes ayuntamientos catalanes.
Yo llevo muchos años en silencio por Cuba. Quizás demasiados. Pero me he sentido como Jericó durante mucho tiempo. Sitiado y a punto de que se me cayeran las murallas si gritaba. Pero eso de decir que en Cuba no hay libertad puede costarme caro aquí y allá. Muy caro.
Aquí, en la península, por las etiquetas que te puedan colgar los colegas y los que se dicen mis hermanos. Si hablas de la falta de libertad en Cuba es que eres un tipo de derecha, un anticomunista, vaya, un burgués, así de claro. Y estos calificativos, desde la óptica cristiana de la iglesia que sirvo y pertenezco, son una carga muy pesada. Asfixiante.
Allá, en aquella isla, porque todo opinión contraria a lo que dice la prensa oficial pueden imposibilitarme el reencuentro con la familia. Y toda la familia esta en aquella isla. No me imagino viviendo sin verles aunque sea una vez cada dos años.
Pero por esta vez correré los riesgos. Los de aquí y los de allá. Por esta vez acompañaré a los catalanes en sus propósitos. Me plantaré mañana frente al ayuntamiento de la ciudad y me quedaré en silencio. Trataré de oir el ruido de las murallas de Jericó cayendo. Y si la derecha me tilda de izquierdista y la izquierda de derechista me daré permiso para no creerme estas cosas.
Con los años he optado por creerme que soy un hijo amado por Dios.
Yo llevo muchos años en silencio por Cuba. Quizás demasiados. Pero me he sentido como Jericó durante mucho tiempo. Sitiado y a punto de que se me cayeran las murallas si gritaba. Pero eso de decir que en Cuba no hay libertad puede costarme caro aquí y allá. Muy caro.
Aquí, en la península, por las etiquetas que te puedan colgar los colegas y los que se dicen mis hermanos. Si hablas de la falta de libertad en Cuba es que eres un tipo de derecha, un anticomunista, vaya, un burgués, así de claro. Y estos calificativos, desde la óptica cristiana de la iglesia que sirvo y pertenezco, son una carga muy pesada. Asfixiante.
Allá, en aquella isla, porque todo opinión contraria a lo que dice la prensa oficial pueden imposibilitarme el reencuentro con la familia. Y toda la familia esta en aquella isla. No me imagino viviendo sin verles aunque sea una vez cada dos años.
Pero por esta vez correré los riesgos. Los de aquí y los de allá. Por esta vez acompañaré a los catalanes en sus propósitos. Me plantaré mañana frente al ayuntamiento de la ciudad y me quedaré en silencio. Trataré de oir el ruido de las murallas de Jericó cayendo. Y si la derecha me tilda de izquierdista y la izquierda de derechista me daré permiso para no creerme estas cosas.
Con los años he optado por creerme que soy un hijo amado por Dios.
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