Comunión en la ausencia.

Estoy contento. Después de diez y ocho años me reencuentro con Jesús. Primero fue facebook después el teléfono.

Jesús es un amigo del pueblo. De esos amigos de la edad de la inocencia que durarán para siempre. De esos con los que vas a la playa no tanto por la arena y las olas como por su compañíoa. De esos de ver Aliens una, dos y tres veces hasta que nos la sabíamos de memoria.

En diez y ocho años han pasado muchas cosas en nuestras vidas. El viajo a Aruba, yo a Suecia. El ha trabajado como un animal, yo he estudiado. El tiene dos preciosas hijas, yo tengo a Theodorakis I. El vive en las afueras de Frankfurt, yo me mantengo en el barrio universitario de Zaragoza.

Sus palabras a mi mensaje de reencuentro fueron: ¡Increíble! Hoy he estado pensando en ti y te buscaba por Google. Mi respuesta: No hay casualidades.

En realidad no hay casualidades. Simplemente nos hemos estado buscando por años y ahora es el tiempo propicio. Calvino lo llamaría predestinación, San Anselmo:  providencia. Pero atesoro la conjetura de que hay personas con las cuales mantenemos comunión, aun en su ausencia.

Jesús y yo no hemos estado perdidos. Sólo estabámos ausentes.

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