El fillo del Rey a veces se siente solo. (II)

Mi madre me compró libros para que me mantuviera ocupado y no le estuviese preguntando cuanto faltaba para que se acabara el reposo. Entre los libros había uno obeso, de unas trescientas veinte páginas, que olía a pólvora de carnaval y a humedad de cuarto oscuro. Era Manuscrito encontrado en Zaragoza de un polaco  llamado Jan Potocki y que había costado seis pesos y veinte centavos. Así fue como me enteré que había una ciudad que se llamaba Zaragoza y donde la gente podía encontrar cosas  si se ponía a buscarlas. Así que cuando alguien me pregunta  que por qué estoy aquí, culpabilizo a la papera, a Dios, a la mamá y su puñetera costumbre de estar regalando libros, a los escritores polacos y al final, al final de todo, a mi irredenta manía de encontrar cosas.

-¿Te fue fácil cruzar el océano fillo? ¿Por qué viniste?
- Alfonso, que no siempre se tienen respuestas. Pero he de decirle que nada es fácil en la vida. Quizás morirse sea fácil. Pero los que hemos dejado aquella isla lo hacemos para ver que hay más allá del horizonte creyendo que un día volveremos. Pero eso es mentira. Pocas gentes acaban regresando. Y los que lo hacen es para ser enterrados junto a sus antepasados. Y es que hay personas que temen morir en otra tierra. Un día metemos un poco de ropa en una botella, nos despedimos de la familia y de los amigos y nos lanzamos al mar tras una oración silente y hondo. Algunos le piden cosas a la Virgen o a Shangó. Yo no recé a la Virgen ni a Shangó. Yo me encomendé a un avión de Aereoflot.

Pero  hay otra realidad y es que nos vamos en pos de un sueño que flota entre la marea y la tristeza. Empujados por el miedo a la miseria humana y por las altas presiones del Trópico de Cáncer. Crucé el basto océano para encontra cosas que en aquella isla no habían. O quizás porque la hierba del otro lado del río siempre es más verde y queremos tocarla. Pero no es fáci, Alfonso. No es fácil. Fácil es cortar una flor y quebrar una rama. Pero dejar atrás la mitad de tu corazón es una labor ardua. Dolorosa. Desconsolante. Hiriente. Y lo peor es que la cicatriz perdurará.

Y fijate si es así como te cuento, que cada familia de allá tiene a un familiar del otro lado del mar. Alguien que les escibe de Pascuas a San Juan y que les dice que esta bien para tranquilizarlos, qunque por dentro se va con el funeral, con un nudo en la garganta que no cesa y con algo salado que brota de vez en cuando y que te recorre la mejilla humedeciéndole la vista. Después cuando la pena se ha ahogado en un vaso de agua nos decimos para autoconsolarnos: no estaba nóstalgico, simplemente se me metió un bicho en los ojos.

Pero no todos los emigrantes escriben a su familia. La mayoría acaba llamando por telefóno una vez al mes para que tengan la certeza de que sigue vivo y para decir que el trabajo y el ritmo de esta vida no les deja sentarse y escribir unas letras. Cuando el sentimiento de culpa es grande entonces, y solo entonces, enviamos fotos a la familia. Fotos de nuestra imagen junto a un escaparate atiborrado de biscochos rellenos de almendras, roscones con sabor a mantequilla, panes trenzados, tastas de queso cubiertas de mermelada de frutas del bosque, manzanas rojas y apetitosas como la que mordió Blancanieves y plátanos de Canarias de un amarillo pollito que de verlo se te hace la boca agua si eres comedor de plátano. Los menos, los que están más solos se hacen una foto junto algún auto moderno y rojo poniendo el pie por encima del parachoque como si se tratase de una caza. Como diciendo que son hombres de éxito y muestran su trofeo.

Mira Alfonso, yo me vine porque estaba cansado. Cansado de tanta agua salado rodeándome las veinte y cuatro horas del día. Cansado de tantas gestas gloriosas en el pasado. Cansado de tanta vulgaridad por el presente. Cansado de tanta incertidumbre hacia el pasado. Cansado por los éxitos del gobierno. Cansado de que siempre fuera el Partido quien abriera las aguas del Mar Rojo. Cansado de tanta dictadura del proletariado. Cansado de tantas consignas sin sujeto ni complemento circunstancial. Cansado de los discursos sin un apíce de cordura. Cansado de llevar en la mochila la máscara del conformismo. Cansado de aparentar lo que nunca era ni llegaría a ser. Cansado de los planes productivos que sólo daban frutos en las noticias de las ocho de la noche. Cansado de tanto machismo trasvestido. Cansado de que toda la vida se mirara bajo la lupa del marxismo-leninismo.  Cansado de un imperialismo yanqui ´viviendo a noventa millas. Cansado de ser una potencia médica mundial y no tener una tranquilizante para calmar a la mamá que estaba siendo devorada por el Alzheimer. Cansado de escorder los libros de Cabrera Infante. Cansado de que me dijeran que periódicos podía leer y cuales no. Cansado de tener deseos de tomar un té de Ceylán y acabar bebiendo resignado una tila ilvestre. Cansado de guardar el mejor calzoncillo para cuando fuera al médico. Cansado de declararme ateo aunque cada noche oraba por fuerzas a Dios.  Estaba cansado de aplaudir y de fingir.

¿Qué por qué dejé aquella isla Alfonso? Por cansancio.

Continuará.....

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