La Iglesia como fortaleza.

Hay ideas que hemos heredados. Con algunas convivimos. Otras nos sobrevivirán. El miedo es una de estas ideas. Es como la serpiente del Edén que nos encontraremos otra vez en el Apocalipsis. Y es que nuestros temores son reiterativos. Siempre se están actualizan como si fueran un software. Son neomodernos.  Vuelven como las golondrinas. Son creadores de pequeños baluartes que nos mantienen como un naufrágo aferrados a una tabla. Como sobrevivientes. A la espectativa.

Por miedo y no por otra cosa, los cristianos, fortificamos nuestras comunidades de manera teológica y administrativa. Por miedo levantamos muros altos para que los de afuera no nos hagan daño y los de adentro se sientan protegidos. Pero acaban siendo como las tapias de los cementerios: los que están fuera no quieren entrar y los que están dentro no pueden salir. Por miedo mantenemos la boca cerrada para que el enemigo no nos descubra. Por miedo mantenemos los mismos rituales y nos atamos a las tradiciones más ortodoxas creyendo que esto nos asegura la limpieza de sangre y nos coloca en una posición intelectual más fecunda. Pero esto es lo más parecido a la endogamia. Por miedo tamizamos todo lo que nos viene del exterior. Pero ya sabemos, todo proceso de filtrado siempre es equívoco. Siempre acaba por escaparsenos una pepita. Por miedo nos atrincheramos con la puerta cerrada. Por miedo viajamos cabizbajos. Por miedo no invitamos a nadie a que se siente a la mesa con nosotros. Por miedo nos quedamos mirando al cielo.

Es por miedo y nada más que por miedo que caemos en la trampa del conformismo, del conservadurismo, del tradicionalismo, del pesimismo. Y es que es más barato para la iglesia hacerse exclusivista que inclusiva. Y cuando hablo de precios módicos me refiero al plano económico de la misión nunca al humano. Pero esto es una mentira que nos hemos tragado. La praxis nos enseña que los circulos eclesiológicos cerrados nunca generaron algo bueno.

Y a pesar de ello seguimos contaminados con la idea de que debemos seguir como lo hemos hecho en los últimos años. Como una fortaleza. Una fortaleza con mazmorras, sótanos y patio de ejecuciones.

Si, el miedo nos devora el alma. No es el frio.

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