El camino

En memoria de Miguel Delibes.

Las cosas pueden haber acaecido de cualquier otra manera, y sin embargo, sucedieron así...

Así comienza El Camino. Y es que hay libros que parece que alguien escribió para mi. Por eso los atesoro. Y cuando hay un cambio de estación los vuelvo a releer. No es una manía. Es un ejercicio. No es una tradución. Es un ritual. No lo hago para endurecerme mientrás me aprendo el texto de memoria. Lo hago para no perder la ternura.

Y es que eso de andar por los camino constantemente, de aquí para allá y de allá para acá, te hace correr el riesgo de que el corazón se te endurezca como una piedra. Y se vuelva frío. Como un iceberg.

Hay días que salgo al camino para respirar un poco de aire fresco. Porque el aire que se ha acumulado dentro del edificio donde vivo se vuelve irrespirable. No hablo de malos olores. No se trata de eso. Más bien me quejo porque no hay oxígeno. Hay días que salgo al camino para ver mi vida desde otra óptica. Desde otro lugar. Y es que el mundo que heredé de mis padres se vuelve contraproducente.

Hay días que me miro en el espejo y no me reconozco. Y enmudezco. No estoy donde me profetizarón. No hago para lo que me prepararón. No soy el que debería ser. ¿Y sí no estoy, y sí no hago, y sí no soy lo que se esperaba de mí, por qué me siento tan endiabladamente en paz conmigo mismo?

...y se retiró de la ventana vilentamente, porque sabía que iba a llorar y no quería que la Urraca le viese. Y cuando empezó a vestirse le invadió una sensación muy vívida y clara de que tomaba un camino muy distinto del que el Señor le había marcado. Y lloró al fin.

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