Espacios para la emoción.

Los que hemos nacido rodeados de agua sabemos que la marea sube y la marea baja. Que detrás de la temporada seca vendrán las lluvias de Mayo. Que vivimos rodeados de ciclos naturales. Que los estados anímicos son ciclicos. Y aunque a veces me hago el sueco yo también soy parte de la naturaleza.

¿Hay espacio para las emociones en la Iglesia? Por años me hacía esta pregunta mientras la liturgía me conducía desde el introito al postludio como si de un ejercicio cansativo se tratáse. Pero si. Ahora puedo responder definitivamente que si. Hay espacios.

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