No busques a Dios en la Iglesia si donde lo has perdido es en tu corazón.

Vengo de una familia calvinista. Me enseñarón que la baja autoestima no era buena. Sino una virtud. Así que puedo compartirte toda la serie de ejercicios más eficientes para luchar contra el orgullo y la autovaloración. Por años me dediqué a agradar a los demás y hundir mis deseos como muestra de mi benignidad.

Pero esto ya se acabó. Cuando me encontré con Jesús descubrí que el pecado más sistemático que prácticaba era negarme a recibir el amor de Dios creyendo que no me lo merecía. Cuando no me valoro lo suficiente es que comienzo a recorrer los caminos buscando lo que siempre ha estado a mi lado.

A veces buscamos fuera de nosotros un responsable de nuestra falta de amor por nosotros mismos: los papás no me quisierón, los profesores no me tenían en cuenta, los amigos me traicionaban, la Iglesia me dió la espalda cuando más lo necesitaba. Y puede ser que algunos tengan razón en estos planteamientos. Algunos tienen historias que explican su poca autovaloración; pero no podemos ir por ahí buscando culpables siempre.

Lo del chivo expiatorio puede funcionar un tiempo. Sobre todo cuando tú rompes algo y quieres que tu hermano menor cargue con la culpa. Pero hemos crecido. Y tenemos que tomar decisiones.

Jesús optó por mostrarme el amor de Dios. Ahora soy yo quien he de dejar que ese amor dirija mis pasos.

Comentarios