Resiliencia.

Los síntomas han ido apareciendo poco a poco. Primero fue el dolor de espalda constante. Despúes el no poder dormir y estar mirando el techo del dormitorio hasta que se hacía de día. Después el no saber dónde has dejado el documento que tenías en la mano hace un rato.

El diagnóstico ha sido stress o como se traduce al castellano: fatiga Me dice el médico que es una reacción fisiológica del organismo en el que entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. Es una manera natural de enfrentar la adversidad.

Pero me dice más. Me habla de la resiliencia como la mezcla de la resistencia y la flexibilidad al afrontar un período de importantes traumas. Me dice que nacemos con este potencial y sin ella no hubierámos sobrevivido como especie y a medida que crecemos como individuos vamos ganando en fuerza y autoestima que se traducen en ganas de vivir.

Le pregunto si las tragedias cotidianas nos fortalecen. Me responde con un No rotundo. Y es que los problemas ponen a prueba nuestras fortalezas y a veces nos ayudan a descubruir aspectos de nosotros mismos. Pero entre más adversidades enfrentamos más débiles somos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que cuando llegamos al límites de nuestras fuerzas tiramos la toalla.

Además de la medicación-le pregunto- ¿Puedo hacer algo más? Me sonríe. Y como me conoce un poco me extiende la mano y a manera de despedida me dice: Es importante ser consciente de que un percance no va a durar siempre. Pero entre tanto puedes tomar el sol. Pasear. Estar con la familia. Hacer un viaje.

Salgo a la calle. Sobre Zaragoza hace sol. Y dentro de veinte días comienza el viaje.

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