No somos lo que sentimos

Mi vida emocional se mueve de arriba a abajo constantemente. Y no es que me gusten las montañas rusas. Hay días que podemos experimentar cambios emocionales en pocas horas: viajamos de la inmensa alegría a la más oscura de las tristezas, de tener paz con uno mismo a tener una guerra civil en nuestro interior.

Y es que hay días en que una pequeña palabra de alguien que nos importa, un hecho que nos empuja, una desilusión que toca a nuestra puerta desata la bestia emocional que todos llevamos dentro, provocando cambios en el carácter y la manera de ver el mundo. Si soy sincero he de confesar que muy pocas veces podemos domesticar estos cambios. Es como si algo en nuestro interior nos obligara a hacer o decir cosas y no fuéramos nosotros los responsables.

Esto me hace establecer fronteras y linderos. Mi vida emocional no es lo mismo que mi vida espiritual. Ambas están coexistiendo, pero no se mezclan. Al menos no lo permito. Mi vida espiritual es la que está interactuando con el Espíritu Santo dentro de mí. Cuando en mi mundo interior noto señales de emigraciones emocionales digo en oración: Buenos días Espíritu Santo.


Una cosa es tener emociones y otra muy distinta es ser. A pesar de nuestros sentimientos y emociones, a veces a flor de piel, a veces brutales, seguimos siendo los hijos amados de Dios.

Comentarios