Practico footing porque soy un romántico.

Por las mañanas salgo a correr el por el Canal Imperial. A esa hora no hay mucho calor y desde los pinares baja una brisa agradable. La gente cree que practico footing para mantenerme guapo y atractivo. Y en parte es verdad. Pero hay más. Corro dos kilómetros por algo más.

Algunos de mis amigos me hablan o me escriben constantemente del amor. O están enamorados o les han roto el corazón. Para ellos el amor es un sentimiento que llega sin previo aviso antes del hecho de amar. Yo me temo que la cosa es diferente. Primero amamos y después el sentimiento nos aborda. No niego que el sentimiento sea bonito y hasta nos haga ilusionarnos con la vida; pero no quiero fundamentar mi vida en un sentimiento.

Cuando estoy escribiendo una carta a un amigo que vive en los EE.UU, cuando llamo por teléfono a Cuba para saber de la familia, cuando proclamo un sermón desde el púlpito de la Iglesia Reformada en Zaragoza, cuando visito a los ancianos que viven en las residencias en las afueras de mi ciudad lo hago amando. Y lo puedo hacer porque tengo la certeza de que soy amado por Dios desde que estaba en el vientre de mi madre. Porque necesito hacer visible lo que no se ve.

Cuando intentamos que los demás vean lo que nosotros vemos estamos haciendo el amor visible, estamos compartiendo nuestro horizontes y confesando que somos el templo del Espíritu Santo. Cuando buscamos la libertad y miramos la vida desde la óptica de la gracia y misericordia podemos correr sin que nos falte el aliento dos kilómetros.

¿Qué por qué práctico footing? Pues porque soy un romántico.

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