Ser presbiteriano no te garantiza nada.

Ser presbiteriano no me garantiza nada. De hecho hay muchas contradicciones en mi vida. Hay meses en que estoy en mi casa recibiendo personas; pero me siento solo. Hay días en que estoy atareado; pero me aburro más que una ostra del Mediterráneo. Hay momentos que soy una figura pública; pero al final de la película me quedo solo como Superman. Hay ocasiones en que mi identidad de creyente no excluye las muchas dudas.

Tengo la tesis de que las contradicciones pueden frustrarnos, volvernos irritables y desconsolarnos. Es como si siempre nos faltara alguna cosa por hacer o por decir. Es como si cuando estamos en un lugar parte de nosotros está en otro sitio.

Quizás exista una respuesta detrás de todo esto. Estoy anhelando que detrás de estas contradicciones haya una puerta que me conduzca a mi verdadero deseo. Ese deseo, que esta escondido por otros miles de pequeños deseos y que solo el Espíritu Santo puede satisfacer: sentirme amado por Dios.

Crecí oyendo que tener contradicciones era malo. Pero las contradicciones, asumidas como una puerta que te conducen a otra estancia más amplia y luminosa, me resultan necesarias. Definitorias.

Comentarios