Aquí, entre tú y yo.

Si,
ya sé que en verano cambiamos de aires y paisajes,
incluso hasta de amigos y de amantes;
pero no usaré de chivo expiatorio al sol
ni al agua,
ni a la arena.
Si,
ya sé que el sendero hasta tu casa
ha estado cubierto de espinos y malas hierbas;
pero ahora lo recorro y lo desbrozo
como quien descubre un nuevo mundo,
como quien pone la bandera y bautiza con su nombre la playa.
Si,
ya sé que cuando entre nosotros hay silencios
no tengo porque ponerme a temblar;
y es que hasta el silencio entre tú y yo es ameno.
Si,
ya sé que contigo he de correr todos los riesgos
y todos los caminos otra vez;
pero no todo el mundo ha dormido entre tus brazos
como he dormido yo:
arropado por el viento
y cobijado por tu aroma.
Si,
ya sé que he de cuidarte y protegerte;
por eso he levantado una fortaleza en lo alto de Parque Grande
para que ninguna flecha te hiera,
por ello he atado un león a tus pies
para que te sientes acompañado cuando estoy lejos.
Si,
ya sé que al final del verano
te irás
y lo harás como las golondrinas:
sin mirar atrás.

Pero hay algo
para lo cual no tengo respuestas:
¿Por qué será que entre tú y yo,
la improvisación es lo que mejor funciona?

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