Hablando con diplodocus y tiranosaurios rex.

Para la mayoría de los dinosaurios que conozco el hecho de entregarse resulta ser uno de los caminos más difíciles de transitar. Y cuando hablo de entrega no estoy pensando en la acción de entregar a alguien o una cosa en poder de otra. Tampoco me refiero a dedicarse por entero a una actividad. Mucho menos a declararse o reconocerse vencido por una circunstancia. Y menos que menos a dejarse vencer por las pasiones. Mi concepto de entrega tiene más que ver con el hecho de ofrecerse, de ceder, de confiar, de transmitir.
El camino de la entrega nos puede llevar a varios sitios diferentes; pero en primer lugar nos permite descubrir quienes somos nosotros mismos. Y esto puede ser peligroso; pues nos pode delante el elemento sorpresa. A los dinosaurios no les gustan las sorpresas. Pero la otra cara de hacer el camino de la entrega es que podremos ver el amanecer de la fe. Si, ya sé que tenemos dudas; pero podemos ir más despacio. No se trata de hacer el camino en un día.
Cuando a los diplodocus y los tiranosaurios rex les enfrento con la idea de la entrega suelen sentir miedo y se atrincheran. No quieren oír hablar de cambiar aspectos de su vida. Los cambios les parecen difíciles. Pero les hablo entonces que la entrega ha de ser pacifica. Sin resistencias. Que la vida está llena de cosas inesperadas, que no podremos tener todas las respuestas ni a donde nos llevan los caminos.
Así que en un arranque de libertad, en un ejercicio de complicidad les comienzo a escribir todos mis sentimientos en un blog. Les escribo sobre mis esperanzas y mis temores. Cuando escribo encuentros razones para celebrar la vida. Cuando escribo sobre mí me doy cuenta que a veces abrazar la fe es considerado como una muestra de debilidad, de irracionalidad, de ausencia de control. Pero la realidad es que cuando me entrego a la fe no tengo que estar exigiéndome ser el ganador o lamentando ser un perdedor. Simplemente soy yo. Y cuando soy yo entonces pudo correr el riesgo de caminar con los otros.