Yo soy Crusoe. Robinson Crusoe.

Creo que fue Thomas Merton quien acuñó la frase: el hombre no es una isla, y lo dijo en el contexto de que nos necesitamos los unos a los otros, de que todos somos importantes. Pero ahora que se acerca mi cumpleaños y hago un especie de franelografo con mi vida redescubro que han existido momentos en que viví como Robinson Crusoe; aislado por el mar y perdido.
Solo cuando has estado rodeado por el mar puedes decir a los amigos que no pongan su felicidad en tus manos por la sencilla razón de que tu puedes morir o decepcionarles. Más bien recomiendo poner la felicidad en la vida. Porque es en la vida donde existe el espacio para amar.
Necesitamos amar. Pero tengo mis dudas si necesitamos sentirnos amados o deseados siempre. Quizás esto es un deseo aprendido. Una mala educación. Un hábito adquirido que no nos lleva a ningún sitio. Cuando un amigo no me aprecia lo suficiente suelo sentirme como un naufrago. Y cuando he perdido a la persona que amo pues emprendo un viaje hacia lo desconocido como una manera amarga de nacer.
Pero es la realidad quien me pone los pies en la tierra. Quién llena mis vacíos. Quien me hace añorar, pero no desear nada ni nadie. Y cuando no preciso de nada ni de nadie para ser feliz entonces puedo decirte mi nombre.
Soy Crusoe. Robinson Crusoe.

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