El otoño como refugio.

Soy pastor de ovejas. Bajo de la montaña con los pulmones inundados de aires limpios y fríos, pero con el otoño pisándome los talones. Bajo contento por el deber cumplido. Nada me da más paz que acompañar y alimentar a las ovejas de montaña. Son poco habladoras; pero tiernas. Ariscas; pero entrañables. Les cuesta entender los cambios; pero no pierden la confianza tan rápidamente. Dejo atrás los Pirineos que ya comienzan a pintarse de blanco y me encamino hacia el valle. Aprovecho el viaje de dos horas en autobús por carretera de montaña para mirarme por dentro.
Necesito hacer cambios en mi modo de ver a las personas. Necesito que la gente vuelva a tener confianza en los cristianos. Y es que la gente se siente poco querida por el discurso apologético y elitista de los seguidores de Cristo. Es como lo que le pasa a los catalanes, no se sienten queridos por sus vecinos.
Necesito tener paciencia. Los procesos de encuentro y descubrimiento personal van despacios cuando se trata de erigir comunidades. Insoportablemente lentos. Tal vez es que cuando hablamos de hacer misión algunos entienden de traer más gente a la iglesia y que el dinero corra como la leche y la miel en la tierra prometida; y yo asumo que he de buscar personas para hacerlos mis amigos y entonces poderles hablar de mi fe.
Necesito trasmitir la idea, como si de una gripe se tratase, de que los cristianos no podemos renunciar a dar nuestros puntos de vista y dejar de asistir a nuestras comunidades; y es que si nos cruzamos de manos y dejamos vacíos nuestros bancos abandonaremos la iglesia a los que están sedientos de poder e impondrán sus criterios con el solo consentimiento de nuestros silencios y nuestras ausencias.
Necesito encontrar mecanismos que me confirmen que estoy oyendo junto a la voz de Dios, la voz de mis ovejas; esas que son mis hermanas y mis hermanos; y que a fin de cuentas son las que me sostienen aun en medio de  tiempos nublados y donde hay un generalizado miedo por el razonamiento.
Necesito planificarme. Pero también necesito hacer algo más que seguir programas y proyectos. Algo más que cumplir orientaciones o acuerdos. Cuando me he dedicado a hacer estas cosas solamente, las ovejas se han muerto de hambre o han enfermado.
Necesito encontrar otro refugio que no sea el de decir: estoy cansado. Y es que los cristianos que yo conozco están cansados; muy cansados, pero no lo reconocen por vergüenza. La fragilidad no es políticamente correcta en nuestros días y menos en una iglesia  que canta a un Dios Todopoderoso y que venció a la muerte con poder.
No sé si lo sabes, pero soy pastor de ovejas y bajo de las montañas con los pulmones inundados de aires frescos y fríos. Y el otoño es mi refugio.

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