A veces los dinosaurios muerden

Desde que tengo uso de razón vengo escuchando sobre el peligro de la manipulación en la iglesia por parte de los líderes o pastores. La historia nuestra está llena de ejemplos de este tipo. Así que antes de me hablaran del sexo y sus peligros me aleccionaron de que todo lo que decía el pastor o la maestra de Escuela Dominical debía ser confrontado con las Escrituras; y es que provengo de esa familia  que intentan vivir la fe en el aquí y el ahora: los presbiterianos.
Durante muchos años no me he dado permiso para proclamar frases como: ¿Quién dice: Amén? o ¡ Dile al que está a tú lado que Dios le ama! Tampoco pongo música melosa cuando predico. Vengo de de la iglesia de la Palabra. Trato, aun hoy,  que mi sermón sea expositivo y equilibrado, que toque la mente y el corazón. Que los que lo escuchen regresen a casa esperanzados, pero haciéndose preguntas. Nunca he tomado partido por ningún sector dentro de la iglesia para reforzar mi ministerio, ni por los que comen carne ni por los vegetarianos, y es que a fin de cuentas me gusta el pollo al curry y el tomate con mozarella. He intentado ser equilibrado, de verás que lo intentado, y Dios sabe cómo le cuesta a un isleño ser equilibrado.
Pero veinte años después de llevar a la manada a los verdes pastos y a las aguas de reposo me sigo encontrando con otra manipulación, más encubierta, menos condenable, muy postmoderna y tan peligrosa como decirle a una persona que si da más dinero a la Iglesia Dios le devolverá el doble. Me refiero a cuando la congregación intenta, contra viento y marea, manipular al pastor. Y es que al pastor se le manipula desde las emociones, desde la economía, desde el uso que hace del tiempo y desde la teología.
Identificar una congregación manipuladora es fácil: suelen usar ropajes tradicionalistas y sin colores chillones, hacen una lectura oportunista de la Biblia y recurren a versículos bíblicos fuera de contexto, abogan por una moral hipócrita, parece que son ricos desde lejos; pero en el fondo son muy pobres de espíritu, se sienten eufóricos cuando desde el púlpito se habla de "pecado", "Satanás" o "de echar fueras demonios", han sustituido la gracia de Dios por las obras humanas. 
Si, es triste. Ya lo sé. La realidad a veces es dura y vivirla dentro de una comunidad que se dice cristiana es más dura aún porque se mezclan los asuntos de la tierra con los del cielo. Si, no debería ser así, pero a veces lo es. A veces llega el domingo y subo al púlpito con marcas de dientes y de garras a flor de piel. Y es que a veces los dinosaurios, los míos, muerden.

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