Ayer

Ayer pregunté a mi comunidad si quería crecer,
y lo pregunté después de una larga moratoria.
Pregunté si podríamos hacer algo,
O si nos resignábamos a seguir como estábamos:
atrincherados e irrelevantes.
Primero se hizo un silencio,
Uno de esos silencios
que se toca con los dedos de las manos.
Después comenzaron a lanzar pequeñas respuestas,
como las piedras que se tiran al mar
para que flotando lleguen lejos:
La gente tiene el corazón duro,
El pastor tendría que ir de puerta en puerta,
No estoy preparado para hablar de mi fe,
Si nos lo proponemos lo hacemos.
Y así, una tras otras,
pequeñas sentencias
que como el fuego:
me queman y me calientan,
que como la lanza:
me hieren y me alimentan.

Si,
ayer, después de tantos años,
volví a preguntar;
esa cuestión incómoda y definitoria:
¿Queremos crecer?

Ayer, me di cuenta,
¿Cómo pude estar tan ciego?
Que quien quiere algo busca caminos.
Quien desea evitar algo busca razones.

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