El problema de la imagen y la paloma en Zaragoza.

Esta es la segunda vez, en menos de seis meses, que se me invita a un acto ecuménico por parte de la iglesia católica romana y se me pide que asista a título personal. Y yo me pregunto: ¿Hay algo oscuro en aceptar la idea de que asisto como pastor de la Iglesia Reformada en Aragón? Quizás el problema sea un problema de imagen, un problema de representatividad, un problema de símbolo, un problema de ideas. Pero he de confesar que el problema no es mío. Llamemos al pan pan y al vino vino.

A medida que en el seno del ecumenismo en Zaragoza se ha ido avanzando en una comprensión de los unos por los otros también se ha ido arraigando en la idea de que podemos hacer cosas juntas sin la exigencia de anular las diferencias confesionales. Y es que nuestras identidades confesionales constituyen una forma legitima de expresar la diversidad de la iglesia de Cristo. Así que cuando nos reunimos para celebrar u orar no hay que albergar miedos en decir quienes somos y de dónde venimos.
En vísperas de Pentecóstes protesto contra esos intentos que desde el catolicismo romano se hacen por presentarnos a los hermanos separados como entes que no pertenecen a ninguna iglesia legal ni oficial y que cuando participan en el ecumenismo lo hacen a título personal y no como hermanos iguales que provienen de una iglesia con historia y confesante.
Con frecuencia nos llenamos la boca para decir, sobre todo en Enero, que el Espíritu Santo es un agente de la unidad. Esto no es menos cierto, sin embargo las Escrituras también nos hablan de un Paráclito creador de la diversidad en cuanto a dones.
Ahora estamos en Junio y en vísperas de Pentecóstes yo sigo creyendo en la diversidad de la eclesialidad y en lo falible del primado romano.

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