Dios, la derecha y Arturo Gonzalez.


¿Por qué arrasa la derecha?, se pregunta Arturo Gonzalez en un artículo que publica en el periódico Público. Y sin esperar nuestras posibles respuestas o los titubeos de nuestra parte ofrece doce respuestas. Con once de sus respuestas podría desnudarme sin que me temblaran las rodillas. Pero hay una con la que protesto. La número once, para ser más claro, extrae de mí lo que de antisectario porto a donde quiera que voy.
Dice la razón once: Porque Dios, es decir, la Iglesia, está con ellos. O sea, que para el periodista, el Credo se resume en dos confesiones: 1º Dios es de derecha o simpatiza con los de derecha. 2º Dios y la iglesia son la misma cosas. Declaraciones como estás me colocan delante del protestante que soy. Albergo el temor, por no albergar otro pecado, que Arturo Gonzalez lo que sabe del cristianismo es lo que la iglesia católica ha explicado a sus ovejas desde el principio de los tiempos. Pero el señor Gonzalez no sabe que hay otros cristianismo. Que habitan otras maneras de entender a Dios y de explicarlo. El señor Gonzalez recurre a las generalizaciones, pero las generalizaciones nunca han sido buenas en la historia y en la historia de la eclesiología mucho menos.
Subsisten dentro del cristianismo algunos impulsos, alimentados por las Escrituras, donde se nos da permiso para  hacer una lectura muy contraria a la que Arturo Gonzalez propone. Dios está divorciado por lo civil y por lo religioso de la riquezas. Y se ha corrido la voz, desde antes que existiera la iglesia, de que los ricos no heredaran en el Reino de los Cielos. Pero hay más. No existen motivos para proclamara a los cuatro vientos que Dios e iglesia sean hermanos gemelos. Más bien, los tiros apuntan a que son primos que viven lejos. Y a veces, con relaciones tan tormentosas, que les impide sentarse en la misma mesa a comer.
Si, señor Arturo Gonzales, es una tragedia que la derecha se apropie de términos como Dios y como iglesia. Pero más tristeza me causa ver como la izquierda ha entregado a Dios en una bandeja de plata como si fuera un bombon de chocolate como regalo de cumpleaños a la derecha.

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