El duro oficio de ser pastor de dinosaurios


A veces me comporto de manera muy extraña. Dicotómicamente. La única cosa que quiero decir y la única cosa que debo decir, es la única cosa que no digo: Te quiero.
Pero por alguna razón que no logro entender, a pesar de que mi sentimiento es real y la necesidad de decirlo es  fuerte, acabo usando otras palabras sustitutivas o menos comprometedoras o me invento señales para decir lo que realmente quiero decir. Creo que en el fondo de la cuestión yace una especie de miedo a decir Te quiero.
A veces el significado real nunca se comunica del todo, y la otra persona que me escucha se siente ignorada y no querida. Cuando en realidad es por ella que estoy viviendo y respirando.
Si, duro oficio es este de ser pastor de dinosaurios y no decirles a los dinosaurios que les quieres por haber elegido el dar cobijo al  primario temor a que me destrocen el corazón con sus garras.

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