Cuando el placer por los sacrificios llegó a nosotros.

Nadie sabe cómo fue. Me imagino que fue lentamente. Como llegan las cosas cuando se quieren quedar. De hecho nadie atesora la memoria de quién fue el primero en practicarlo. Pero es un hecho con el cual tenemos que convivir cada día: la mayoría de los dinosaurios del rebaño han encontrado placer en ofrecer sacrificios.Y no me refiero al hecho de colocar cosas vegetales y verdes sobre una piedra y hacer una oración. No. No se trata de eso. La realidad es otra. Y es cruda. Los dinosaurios optan por buscar un chivo expiatorio ante sus crisis y después se sientan a ver como la sangre llega al río.

Esto de buscar un culpable ante nuestras desgracias más personales no es nuevo. Es tan viejo como la historia del Edén. Fue lo que hizo Adán con Eva. Fue lo que hizo Eva con la serpiente. Y es lo que hubiera hecho la serpiente si llega a tener alguien cerca. Y es que siempre es más fácil achacar el error o la frustración a otro. Siempre será más político señalar con el dedo la paja en el ojo ajeno que aceptar la idea de que portamos una viga en el nuestro. Siempre será más cómodo buscar en los textos bíblicos versos para lanzar contra los demás que encontrar uno solo que nos haga llorar por nuestros egoísmos. Siempre quedará más elegante escribir una sentencia que dijo alguien en algún tiempo y aplicarla a nuestros enemigos que leerla en clave personal.

Si, definitivamente, nos gusta buscar culpables. Y esto es una actitud aprendida que ha entrado en el cristianismo como si fuera doctrina de Dios. Tan aprendida como eso de decir: uno por uno es uno, uno por dos es dos, uno por tres es tres....No podemos negar que más que hijos de Dios parece que hemos estado mamando de los senos de Atena y de Roma durante un largo tiempo. Claro que nos gusta el sistema sacrificial. ¿Cómo no nos va a gustar un mecanismo que nos libra de culpas y no nos hace responsable ante nuestras decisiones menos solidarias? ¿Algo de placer debe de ofrecernos el hecho de poner la mano sobre la cabeza del que ha a morir por nosotros? ¿Algo de paz debe trasmitir el hecho de saber que alguien portará nuestros errores? Y debe ser así cuando hacemos de esta estrategia una especie de pan nuestro de cada día.

Malos tiempos se han de estar viviendo cuando se ha retornado a la búsqueda de chivos expiatorios para aplacar la tormenta o el avance de la peste. Malos tiempos se acercan si nos empeñamos en buscar el mal fuera de nosotros. Si, ya sé que estamos en crisis; pero nuestra crisis no es tan económica como nos habían profetizado. No. Se trata más bien de una crisis de humanidad. Lo que ha salido a la luz es nuestra deshumanización como hombres y mujeres.

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