La felicidad y el castillo de Loarre.

En la manada hay dinosaurios que son felices y hay dinosaurios que no lo son. Y es que la felicidad no es democrática ni es para siempre entre nosotros. ¿Por qué hay dinosaurios qué son felices y otros no, si a todos les llevo a buenos pastos y les paso la mano por el lomo cuando están desanimados? Me pregunto. Y yo mismo me puedo responder. Algunos, los menos, han destruido sus castillos y eso los lleva a la felicidad. Otros, los más, no son felices porque construyen castillos constantemente. Siempre les ves levantando muros.
La gente que construye castillo y vive en ellos se alimentan del temor de que un día sean asaltado o se derrumbe. Siempre están calentando aceites y preparándose para la defensa. Pero si cada día estamos esperando al enemigo nuestra vida se torna dolorosa y triste. Y todos sabemos que no hay espacios para la felicidad en el dolor ni en la tristeza.
Tener un castillo de arena en primera linea de playa no nos hace felices. Lo que realmente importa es poder andar por toda la playa y avisorar el horizonte. Por eso los dinosaurios más felices son los que han destruido sus castillos. Los que son libres. Los que tienen paz. Los que han renunciado a las fortalezas de los dogmas. Y es que nada les puede amenazar ya. Ni el viento, ni las olas, ni las mareas. Miran el mar y se dicen: Hay oleaje, pero no importa. Y es que el mar ya no les puede arrebatar nada. Nada.
Los dinosaurios más felices son los que han renunciado al poder. Los que sustituyen al poder por el amor. Son los que siguen amando a pesar de que tienen el corazón tatuado con cicatrices. Son los que corren el riesgo de conocer algo nuevo cada día saliendo más allá de las murallas. Más allá.
A veces para construir algo nuevo se precisa destruir donde habíamos vivido hasta ahora. Pero esto duele, es un proceso doloroso. A veces para ver nuestra vida debemos irnos lejos y verla desde la distancia. Pero esto nos cuesta. Renunciar a lo que tenemos y lo que creemos que somos nos cuesta mucho. Es como un duelo. Y no todos estamos dispuestos a vestir de negro.
Uno de estos días llevaré a la manada de excursión al castillo de Loarre. Quiero que se hagan preguntas mientras miran esta fortaleza deshabitada. Ya sé que hacernos preguntas no nos hace más felices. Pero es el principio de un camino nuevo.


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