Antes que la escarcha desaparezca.

Los dinosaurios creen que la fe los llevará a subir montañas. Montañas cada vez más altas y más altas. Hasta llegar a una especie de Everest celestial. Pero creen mal. La realidad es diferente. Más que subir se trata de bajar.
Lo que en realidad hace la Magia Insondable es llevarnos hacia abajo. Nos pone entre la espada y la pared. Nos fuerza a vernos a nosotros mismos sin la ayuda de un espejo. Nos exige reconocer nuestras superficialidades. Escarbar bajo el barniz de nuestras apariencias. Raspar nuestros prejuicios. Y cuando llegamos al fondo desenmascarar nuestro ego. Pero esto es doloroso. 
No nos gusta sentir dolor. No nos gusta andar sin máscaras. No nos gusta que la gente sepa cuan débiles somos. Por eso cargamos con aspirinas a dónde quiera que vamos. Por eso tenemos varias máscaras en la mochila. Por eso disfrazamos nuestra imagen continuamente. Pero cuando descubrimos la persona que habita bajo nuestra piel entonces no nos queda más remedio que seguir investigando. La fe no ha de temer a la investigación. Más bien, debe temerle a la intolerancia. No nos puede dar miedo profundizar en lo que somos. Aunque eso signifique viajar a la parte oscura del corazón.
Les propongo a los dinosaurios que hagan un viaje entre Canfranc y Jaca. Que lo hagan caminando. Temprano en la mañana. Antes que la escarcha desaparezca sobre las hierbas. Les digo que han de estar dispuestos a hacer cosas que nos les gusten y a abandonar aquellas que más le agradan. 
Mi corazón  se queda quieto mientras espero su respuesta. Casi no palpita. Podría decir que está en reposo. Pero no lo diré. No me gusta mentir en cuestiones cardíacas. Los dinosaurios conocen mi corazón. De hecho lo llevan en sus manos.

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