¿Quién me necesita?

Ahora no, pero llegará el día en que me haga esta pregunta: ¿Quién me necesita? Y es el tipo de pregunta que nos hacemos cuando nos damos permiso para detenernos. Cuando la hoja de la agenda del día esta vacía. Cuando no vemos a nadie a nuestro alrededor. Y no sabemos qué hacer.
Hay personas que han sido previsores y han traído a este mundo hijos. Es la manera que tienen de sentirse necesarios. Los hijos siempre necesitan a los padres. Como la noche al día. Otros, escribimos para que cuando dejemos de respirar alguien nos recuerde mientras nos lee. Necesitamos ser recordados. Nos gusta que hablen de nosotros, incluso cuando ya no estemos.
Ahora no, pero llegará el tiempo que me preguntaré: ¿Cómo me recordarán? Confieso que he tenido amigos. Admito que he tenido maestros. Pero la felicidad no está en poseer gentes. Reconozco que soy bueno cuidando plantas. Declaro que me gusta mi profesión de cuidar dinosaurios. Pero la felicidad no radica en poseer cosas. Doy testimonio de que me he entusiasmado cuando mi equipo de fútbol ha ganado alguna copa. Pero la felicidad no está en las emociones. Me declaro culpable de que cada verano me acerque al mar como si se tratase de una peregrinación para ser purificado. Pero la felicidad no está en los ritos. No, mi vida no está enmarcada por las gentes, ni por las cosas, ni por las emociones, ni por los ritos. Mi vida es algo más compleja. Si mi vida sólo fuera lo visible, mi vida fuera menesterosa.
Cuando permito que sean las gentes, las cosas, las emociones y los ritos los que me domestiquen mi corazón comienza a menguar. Se encoge. Se vuelve pequeño. Y al final de los días, habré amado poco, habré sentido escasamente y habré servido de manera irrisoria.
Ahora no, pero llegará el día que me preguntarán: ¿Cuánto has amado? Y me encantará decir: Mucho.

Comentarios