Hablando sobre el sol y la leche merengada con canela.

Cuando el sol entra por mi ventana cálidamente lo asumo como una señal divina para salir a caminar. Soy un presbiteriano carismático.Creo tanto en las señales divinas como en el poder curativo de la leche merengada con canela sobre el temor. Hay muchos temores en los ojos de las personas a las que miro en la calle. También hay muchas esperanzas. Pero hoy hablaré sobre uno de los temores.
Algunos amigos me comparten la idea de que su mayor temor es es que al final de su vida estén solos. Y me hablan de la soledad como una manera de estar incomunicados, abandonados, separados. Y entonces me veo a mí mismo haciendo una oración en medio de la soledad de mi profesión. Lejos de la isla donde nací y sin familia.
Cuando era un muchacho me daba mucho miedo tener una familia. A los quince años me enamoré de la hija de un pastor evangélico y entonces, el amor echó fuera muchos temores. Con aquella chica hubiera ido de misionero a la China. Y es que el amor saca lo mejor de nosotros y lo expone a los cuatro vientos como una sabana que es tendida al sol para secarse y blanquearse. Con los años he aprendido a vivir sin hijos y a poner un solo plato en la mesa para comer. Pero también a convivir con la soledad y con un gato con nombre de héroe griego.
Hay temporadas en que portamos en nuestro interior temores aprendidos. Miedos que nos legaron nuestros padres y abuelos como si fuera una herencia. Mis padres me recomendaron que fuera a la universidad, que me casara, que tuviera hijos. En alguna cosa les puede complacer. En otras no. Y es que a veces no podemos seguir todas las recomendaciones de los padres. Y es que a veces no podemos vivir sus vidas. Pero llegará un día que  tendremos que llenarnos de valor y mirarnos por dentro y enfrentar nuestros miedos. Llamarlos por su nombre y sacarlos fuera del corazón, tenderlos al sol para que desaparezcan como las manchas.
Uno de los temores mas recurrente es que la persona que amamos nos abandone. Algunos la hemos experimentado ya. Otros han de poner sus barbas en remojo. Pero es una posibilidad real. Y si es real entonces ha de formar parte de la vida y no ha de ser entendida como una amenaza o un dolor. Con los cumpleaños he aprendido que hay amores que se acaban. Que tienen fecha de caducidad como el yogur. Pero saber esto me da libertad. La libertad que trae consigo la aceptación.
Ahora, cuando el sol entra por mi ventana salgo a la calle y me doy permiso para tomar leche merengada con canela. El sol y la leche merengada con canela con buenos para el corazón. Y es que necesito un corazón asombroso e inmenso para vivir el aquí y el ahora.


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