Los dinosaurios no creen en los manuales.

En nuestra manada intentamos que haya tiempo libre después de cada celebración. Que se disponga de un espacio para festejar la vida y repensar en las palabras que escuchamos cada domingo en la capilla. No somos una manada típica. Sino que hacemos todo lo contrario a lo que dicen los manuales que ofrecen técnicas para que las manadas de dinosaurios crezcan constantemente. Y es que existe la idea de que cuando le dejamos a los individuos poco tiempo para pensar en sí mismos entonces ellos podrán involucrarse, sin mucha reflexión, en las cuestiones del grupo. Serán productivos. Manejables. Estadísticos. Esto  es una filosofía antigua: el colectivo es más importante que el individuo. Pero ya no creemos en ella.
Así que nos hemos visto obligados a creer en otra cosa. O en muchas más cosas.
La mayoría de las veces se impone lo natural en nuestras vidas más que lo sobrenatural. Y a pesar de los programas semanales, de las actividades a participar, de los objetivos a cumplir los dinosaurios siguen pensando en sí mismos. Es, como si fueran la única especie sobre la faz de la tierra. Como si sus cuerpos fueran lo único tangible en este Universo. Como si su dolor fuera el único y el más grande del mundo. Y es el medio de esta guerra civil entre el interés individual y el interés comunitario que surge la culpa. Es un sentimiento que aprendemos.
Pero para el problema de la culpa tenemos el perdón. Y el perdón requiere de tiempo y de las palabras adecuadas. Cuando nos hemos arrepentido de verdad por haber hecho un desgarro a otro ser viviente solemos decir: Lo siento mucho. Y si las palabras son de  verdad entonces ocurre el milagro de que nuestra culpa es borrada. No se ve más. El arrepentimiento es una de las pocas cosas que podemos hacer solos. Es una especie de medicina.
Entonces, en medio de un mundo que exige castigos y venganza, nosotros insistimos en la inutilidad de la culpa y de la penitencia. Y abogamos por el arrepentimiento. Por eso ofrecemos un tiempo libre después del sermón dominical. Un tiempo para que los dinosaurios salgan a caminar o a beber alguna cosa fría. Y es que sólo en medio de un camino o alrededor de una mesa es que nos atrevemos a decir muchas veces con los ojos un poco brillantes: Lo siento mucho.

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