El amor no entiende de ambiguedades.

A veces los dinosaurios se acercan a donde estoy y me dicen sin esperar a coger aliento: necesito que me cure el alma. Y entonces la piel se me pone de gallina. Y comienzo a sudar como un pollo que está en el Trópico de Cáncer. Y es que curar el alma no es tan fácil como la gente cree.
El curador de almas no es un asesor en el sentido literal de la palabra. Tampoco es un psicoanalista, aunque se le parece. Se trata más bien de una persona que nos mirará con ternura aun cuando tenga ganas de decirnos lo egoista que somos. Es a quien hemos elegido para decirle lo que nos duele por dentro y que el médico no nos puede aliviar. Es esa persona que también orará por nosotros como si nos conociera de toda la vida. Que nos ayuda a abrir algunas puertas que nos dan miedo y que pondrá delante de nosotros un camino y un par de botas.
Hay días que me pregunto cómo es que los que buscan sanidad vienen  mí que estoy herido. Y me quedo sin respuestas sentado en un autobus, que me aleja del mar del Cantábrico y me acerca al valle del Ebro, mirando hacia afuera, hacia dónde los montes comienzan a ser colinas.
Y respiro hondo, como cogiendo aliento. Y entonces pido algunos deseos: quiero que me miren con ternura ahora que me hago mayor, quiero que me traten con misericordia cuando caiga, quiero que oren por mí cuando me vean en silencio, quiero que me ayuden a desvelar mis temores, quiero que alguien me regale un par de botas que no hagan ampollas durante el camino. Quiero que me curen el alma.
A veces hago cosas porque no tengo más remedio. Y es que eso de ser pastor de dinosaurios te obliga a muchas cosas. Asi que cuando alguien me pide que le cure el alma solo puedo ofrecerse amistad, pero no asesoramiento. Le digo que estaré a su lado siempre sea cual sea el camino a recorrer.
Otras veces hago cosas por amor. Y es que el amor es lo contrario a las incertidumbres, a las dudas, a las vacilaciones, a las ambiguedades. Si, definitivamente, el amor no entiende de ambiguedades.


Comentarios