Estoy empapado bajo la lluvia.

Durante mucho tiempo he estado buscando al Sr. Dios. Y es que buscamos lo que necesitamos para poder seguir respirando. Y es que buscamos lo que creemos que está escondido. Así que si alguien lee parte de mi biografía encontrará que está llena de intentos para tener un encuentro cercano de tercer tipo con el Sr. Dios.
He estado haciendo oraciones diarias, que es como los protestantes les llamamos a los rezo. He estado haciendo cosas por los demás sin llegar al nivel Teresa de Calcuta. He estado leyendo las Escrituras; sobre todo las mas griegas. He estado evitando caer en zonas de peligros, que es como la psicología actual llama a las tentaciones. Y el resultado es obvio. He fallado muchas veces. No soy un santo. Pero nunca he tirado la toalla. He vuelto a intentarlo una y otra vez, aun en la orilla del monte del Destino.
Quizás me he estado haciendo mal las preguntas todos estos años. Y la cuestión no era cómo encontrar al Sr. Dios, sino cómo dejarme encontrar por El. Quizás el problema está en que he estado haciendo cosas yo. Y el Sr. Dios se ha limitado a ceder espacios. A verme desde lejor. A esperar que me agotara. A acudir en mi auxilio. A abrazarme. A ponerme el anillo de la familia en mi dedo pulgar. A colocarme una manta sobre los hombros. A mandar a hacer una comida caliente.
Actualemnete no busco al Sr. Dios. El Sr. Dios no se esconde. No sé de dónde saqué esa idea peregrina. Durante muchos años ha sido todo lo contrario. El me buscaba mientrás yo me escondía entre celebraciones y lecturas.
Hoy es lunes. Y ha estado lloviendo sobre la ciudad. Ya sabes, esas lluvias de otoño. Cuando el Sr. Dios quiere recordarme que esta cerca y que no debo esconderme trás una higuera hace que llueva. A otras gentes les muestra el arcoiris; pero a mi me pone un paseo por el Canal Imperial. Y me moja la ropa. Y me humedece el alma. Y ahora estoy aqui. Estoy empapado bajo la lluvia. Y no hago nada por evitarlo.

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