Sr. Dios: Crecer me duele.

Sr. Dios:
No siempre tengo voz para hablarte. Hoy es uno de esos días. Asi que voy a escribirte y aprovecharé para comenzar diciendóte que no puedo recordar mi adolescencia. Tampoco los dolores del crecimiento.
Y por si no lo sabes así se les llama a los dolores en los brazos y en las piernas, sin relación alguna con traumatismos, en las tardes y las noches mientras somos adolescentes. Su etiología se desconoce. Pero ahora sabemos que predominan en varones entre los trece y los catorce años. Recuerdan un poco a los dolores musculares después de un gran esfuerzo o de un entrenamiento con pesas. Suelen mejorar con masajes y con analgésicos.Y asi como llegaron un día desaparecen otro. Sin previo aviso.
Pero el no poder recordar algunas etapas de mi vida no es un problema que me quite el sueño. Ahora tengo otros dolores. Sobre todo en la cabeza y en el pecho. Es como si algunas cosas estuvieran creciendo dentro.Y quisieran salir de mí al mundo exterior. Y esto me produce molestias. Y estoy buscando un chivo expiatorio porque no me gusta sentir el dolor.
Me hubiera gustado que el mundo no fuera dando tantas vueltas alrededor del sol, que la certeza fuera el pan mío de cada día, que los himnos antiguos que canto los domingos me hicieran más valiente, que me contentara con tener las creencias de mi padres por los siglos de los siglos; que las confesiones de fe me dieran paz, que los sacramentos me aquietaran el alma.
Pero no es asi. Las cosas nunca son como nos gustarian. Son como son. Y rebelarme, y reflexionar, y meditar, y protestar, e intentar cambiar las cosas me produce dolores. Dolores en el corazón y en la mente.
Y no puedo dormir con ellos. Y es que me estoy convirtiendo en un hombre que quiere vivir lo que cree. En una especie de ser humano integro.
Sr. Dios, crecer me duele. ¿Puedes hacer algo al respecto?




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