Encuentros cercanos de tercer tipo.

Los dinosaurios saben que me gusta el cine y de vez en cuando me piden que les acompañe a ver una pelicula. Yo me coloco la mejor pajarita que tengo y me aseguro de echar en la mochila unas gafas 3D, un libro, una botella con agua, un boligrado de punta fina, algo de dinero y unas servilletas de papel. Y es que  nunca sabemos lo que nos encontraremos por la vida cuando sales de casa.
Pero los dinosaurios no solo me hacen invitaciones. También me bombardean con preguntas.  Algunas son benignas como un pan con tomate y aceite. Otras me tienen en vigilia durante la noche. Son dolorosas.
¿A qué se dedican dos creyentes cuando se encientran en una plaza? Es el tipo de pregunta trampa. Que al principio parece ser benigna, pero después descubres que no lo es. Y es que las apariencias engañan. Como las creencias erróneas. ¿A orar? ¿Cuando los creyentes se reunen se dedican a orar?
Cuando dos devotos del Sr. Dios se encuentran, después de saludarse afectuosamente, no se dedican a hacer oraciones, sino a discutir. Y discutir según el castellano que se habla en esta parte del valle no es nada más y nada menos que defender a capa y espada entre dos o más personas opiniones o intereses opuestos en una conversación. Así que tenemos que la ocupación principal de muchos religiosos es discutir. Algunos hasta organizan concilios y gastan muchos recursos para que la discusión pueda salir en la prensa y en la televisión local. Y allí delante de todos se dedican a chocar sus cabezas. Hasta que alguien sale herido.
No creo que todos los creyentes busquen la discusión. Pero a veces, la cultura que ha entrado a las comunidades es más propensa a hacer que la sangre llegue al río que a invitar a las personas a reflexionar en voz alta. Hemos elegido el sentimiento sobre la razón. Nos hemos creído, como si fuera un credo, eso de que siempre ha de exitir un ganador y un perdedor.
Pero entre más leo el perfil del Sr. Dios en facebook menos motivos encuentro para apostar por la discusión tóxica como método de aprendizaje. Y es que hay caminos que no conducen a ningún sitio. La discusión se torna en estos días uno de esos caminos. Infructuosos. Improductivos. Las discusión tampoco es algo que se gane, sino más bien la muerte de la conversación. Y los dinosaurios y yo necesitamos conversar más. Mirarnos a los ojos. Defender el diálogo. Compartir la esperanza.
Cuando dos creyentes se encuentran en una plaza y entablan una discusión inútil es que están perdidos. No saben lo que son y mucho menos saben quien es el Sr. Dios. Se han apartado de la escencia. Y por eso dedican tiempo a lo secundario.

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