Un rebaño sin programa misionero.

Hay un rebaño sin un programa misionero. Es un rebaño antiguo.
Una de las razones fundamentales por la cual las ovejas que llevan más años viviendo en el valle no dedica tiempo a reflexionar sobre la tarea misionera, es la creencia común,  según la cual el mensaje cristiano ya ha sido llevado hace mucho tiempo por los misioneros a todos los confines de la tierra. Y por tanto ellos pueden dedicarse a otras cosas. Pero esta es una comprensión fálible.
Hay ovejas que cuando leen las palabras de Jesús despidiendóse de sus discípulos en la meseta de Galilea y pidiéndoles que hicieran discípulos, lo interprétan como un mensaje que no es dirigido a su época, sino más bien a los apóstoles del pasado. Pero no al futuro. Ellos más que discípulos se dedican a buscar miembros para el rebaño.
Los rebaños de los primeros siglos carecían de una sociedad de misiones. Más bien tenían algunas ovejas misioneras. Más bien pocas.  Para evitar, entre otras cosas, las herejías o las malas exégesis. En esta época no se organizarón campañas evangelisticas ni en las televisiones habían predicadores. Eran tiempos sin televisión.
Hay un rebaño que no tiene una escuela dominical ni maestros que pintaran en una pizarra una pirámide y dijeran que a los más alto que yo podría llegar en la pirámide de la fe como cristiano era si me convertía en un misionero y me iba a una tierra inundada de salvajes.
Hay un rebaño que cuando se reune los domingos no dirige sus prédicas a los no cristianos, sino a los cristianos. Por eso habla una lengua que sólo los seguidores de Jesús pueden entender. Es un rebaño que se alimenta a si mismo domingo trás domingo. Y donde nadie desde el púlpito se le ocurriría la heterodoxa idea de hacer alusión al mandato de extender el evangelio. O sea, de compartir con otros las buenas noticias.



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