Voy cruzando el río.



 A Pedro, mi profesor de Deuteronomio.

Confieso que he estado caminando
los últimos meses hacia el este
hacia donde sale el sol.
Confieso que he estado buscando
una tierra que habitar
y a la cual he bautizado
como Deuteronomia.

Voy  cruzado el río
Sabes que te quiero
No hay mucho dinero
Lo he pasado mal.

Confieso que voy armado
hasta los dientes
aunque he intentado guardar las apariencias
hacer el bien
y no rendir culto a más de un dios
en las comarcas que atravieso.
Confieso que hay caminos
que sólo hacemos escoltados por la soledad
que transitamos cubriéndonos con las opiniones ajenas
y donde comemos recuerdos;
pero donde no he vivido mi vida
sino la de los otros.

Voy cruzando el río
Sabes que te quiero
No hay mucho dinero
Lo he pasado mal.

Confieso que les temo a los gigantes
a las incertidumbres
a los agoreros
al amor que me apunta y abre fuego
sin saber si me poseerá para siempre.
Confieso que a veces tuve deseos
enormes deseos de quedarme en Egipto
y es que el pasado es un lugar
donde siempre podemos escondernos.

Voy cruzando el río
Sabes que te quiero
No hay mucho dinero
Lo he pasado mal.

Confieso que atravesar el Jordán
me pone la carne de gallina.
Confieso que el futuro es incierto
entre tantas bendiciones y maldiciones.
Confieso que aún recuerdo
la primera oración
que musitó mi madre a mi oído:
Shema Israel, Adonai Eloheinu Adonai Ejad.

Voy cruzando el río
Sabes que te quiero
No hay mucho dinero
Lo he pasado mal.


Zaragoza, 2012



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