El pastor real y el pastor deseado.

Hay rebaños con pastor. Hay otros, que no tienen pastor. Pero el dilema es el mismo: ¿qué tipo de pastor deseamos?. Generalmente los rebaños acaban por acomodarse al pastor que se les asigna y lo hacen por resignación. Y es que no hay otros donde elegir. Pero algo parecido pasa con el rebaño. El pastor a veces no tiene más remedio que aclimatarse al rebaño. Lo otro sería comenzar una guerra civil. Una contienda fraticida.
No existe un modelo único de pastor. Pero si existen muchos deseos de que el pastor no sea el que es sino el nos gustaría que fuera. Si cada individuo es un mundo, entonces cada pastor viene a ser como un continente. Con sus propios talentos y sus propias limitaciones. Sus propios ríos y sus propios desiertos. Hay pastores más autoritarios y otros mas asociativos. Hay pastores más transparentes y otros más opacos; pero es que cuando respondieron al llamamiento su personalidad ya estaba cocida. Se llega al pastorado con un carácter, como se llega con una familia de origen y una cultura de la cual se ha mamado en las etapas anteriores de eso que llamamos vida.
¿Qué espera el rebaño del pastor? Muchas cosas. Por eso se toma la libertad de emitir un juicio sobre el trabajo del pastor. Unos dirán que es bueno y otros dirán que no sirve para ser pastor. Pero el veredicto final sobre el cometido pastoral está afiliado a la comprensión que tienen los individuos del rebaño sobre la propia comunidad y sobre la misión del pastor. Una misión que sólo el rebaño puede cuidar y mejorar.Una misión que sólo el rebaño puede extinguir como si fuera la llama de una vela.
Hay rebaños que despedazan a su pastor por el simple hecho de que no es como ellos anhelaban. Y es que no es el pastor deseado. Hay otros rebaños que cuidan a su pastor. Que lo hacen mejor ser humano a medida que pasan los años. Estos últimos son los rebaños más bendecidos.

Stockholm, 1998

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