La dietista y el gato.

a Maria José

Las emociones son buenas cuando somos dueños de ellas.  Nos esclavizan cuando le otorgamos la independencia. Cuando una persona no le dispensa valor  a nuestras congojas, sean imaginarias o no, no la aceptamos en el muro donde registramos los nombres de los buenos amigos. Y es que un amigo, de verdad, cree en nuestros dolores siempre. 
Cuando alguien nos anuncia después de relatarle como nos sentímos: ¡Eso no es nada! ¡No te hagas un lío tú mismo! Nuestra primera respuesta, muy visceral, es la de enojarnos. Y por eso le echamos en cara: ¡Tú no eres un verdadero amigo. Tú no me entiendes. Tú eres como Judas! Y es que tenemos la idea catecumenal de que Judas Iscariote nunca comprendió a Jesús. Y su nombre puede ser usado como arma arrojadiza. 
Cuando llegan esos días donde no parece que en el horizonte se avisore tierra firme y llevamos días sin agua dulce, los únicos que manifiestan simpatía hacia nosotros son nuestra dietista y nuestro gato. ¿De mi dietista qué decir, que ya no les haya contado? Pues que coge mis enrredos con la vida, uno por uno, y los coloca fuera de mí. Para que tenga libertad de movimiento. Para que pueda andar por la tierra con menos peso. Para que me vea como el Sr. Dios me observa y no con mis miedos y mis prejuicios. Mi dietista me escucha. La escucha es como un masaje para el alma. Me da calor. Hay dolores que desaparecen con el calor.
Pero hay más. Tengo un gato. Y bueno, esto es como estar a las puerta del paraíso ya. Tengo muchos amigos y amigas que tienen un gato como compañero de casa. Y fijénse que no hablo de animal de compañía. Y es que hay gatos que son nobles, que son incondicionales y que se hacen participes de nuestras emociones por deseo propio. No es algo que puedan aprender con los días. Se trata de una actitud innata. Cuando estamos pesarosos nuestro gato también lo está. Cuando estamos de algazara el gato ronronea en nuestro regazo. Y eso significa que está de fiesta.
En días de crisis, no tanto económica como de humanidad, hay dos grupos que han seguido laborando:  los dietistas y los gatos.

Zaragoza, 2011

Comentarios