La secuela de las palabras.

Todo lo que hacemos en esta vida repercute en nuestra eternidad. Así arengó el general Máximo, el que llegó a ser gladiador, a sus soldados de caballería antes de entrar en combate contra los germanos a orillas del Rin. Como buen precursor de las palabras, me atrevo con sistematicidad y diurnidad, a decir que no sólo lo que hacemos, sino también nuestras palabras declamadas y escritas, viajan en el tiempo. Producen mareas. Causan temblores.
Todo lo que surge de nuestros labios crea un efecto, aunque muchas veces no lo vemos. Produce una secuela, aunque en contadas ocasiones nos mojan los pies.  Por ello hemos de estar atento a ellas. Pues dicen lo que somos y a dónde vamos. La manera que tenemos de interprétar el mundo y traducirlo para nuestros hijos.
Todos nos hacemos preguntas. Ahora es mi turno. Si las pabras son tan importantes, ¿por qué el Sr. Dios nos habrá hecho una sola boca? Y sin embargo nos dotó con con orejas y dos manos. ¿Será el Sr. Dios es uno de esos literatos modernistas que va dejando allí por donde pasa  mensajes subliminales?

Zaragoza, 2013

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