¿Por qué ruge Aslán?

Hace cincuenta años había cerca de medio millón de leones en África. En la actualidad hay alrededor de 20.000. Así comienza el documental The last lion, de National Geographic Society. Y durante ochenta y ocho minutos nos narra parte de la vida de Ma di Tau, una leona, en el delta del río Okavango, en Botswana. Se le ve cazar, dormitar, cuidar a sus cachorros, sobrevivir, rugir, volver a empezar. 
Cuando se acabó el film yo estaba emocionado. Cualquiera que me vea desde lejos y vestido de negro pensará que soy de esas criaturas del Norte impasible y frio. Pero no. Tengo emociones. Y a veces, si hace buen día, dejo que el sol las ilumine. Las caliente. Las haga más blancas.
El miedo es una emoción. La experimentan tanto los felinos como los humanos. El primer humano en proclamarla a los cuatro vientos fue el padre Adán. Y se escondió entre los arbustos. El miedo es una de las emociones más democráticas que hay. También está entre las más paralizantes. Todos hemos experimentado el temor. Forma parte de nuestra biografia. De nuestros recuerdos.
Por miedo nos mantenemos aferrados al pasado. No porque el futuro sea incierto. No. Más bien se trata de que no queremos perder lo que ya poseemos. Lo que ya conocemos. Y es que las perdidas nos hacen gritar de dolor. Aunque a veces gritemos donde nadie nos vea.
Los leones de Botswana no gritan. Los leones rugen. ¿Por qué rugen los leones? Los biologos argumentan que el rugido del león genera dos posibles respuestas en sus presas: las paraliza de miedo y entonces ellos las pueden matar o les provoca que huyan en sentido contrario a donde proviene el rugido. Hacia donde está el resto de la manada esperando. Escondida para cazarlas.
A veces el miedo es como el rugido de un león. Nos hace huir hacia lugares equivocados.

Zaragoza, 2013

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