Querida Emy Martin.

Tienes toda la razón. Toda sociedad herida necesita de chivos expiatorios. Esta es una ley antigua que nadie ha escrito pero con la cual convivimos desde los días del Edén. Pero, ahora viene lo progresista, nosotros hemos dado un paso nuevo. Y no me queda claro si este paso es hacia el futuro o más bien se trata de otra manera de  experimentar el instinto de conservación. Ahora el cordero que ha de ser inmolado no necesita ser real. Nos contentamos con que sea virtual. Eso si, seguimos poniendo en su cabeza nuestras manos. Nuestras culpas. Y después dejamos que la sangre corra.
A medida que nos volvemos más frágiles y vulnerables como individuos y como sociedad tendemos a refugiarnos más en lo imperceptible. En lo misterioso. En lo irreal. Y es que los dilemas cotidianos no nos permiten vivir el aquí y el ahora, la realidad, como nos habían prometido que sería nuestra vida.
Y como no podemos hacemos otra elección frente al dolor. Hacemos uso del pasaporte virtual y entramos en otra geografia. En un universo paralelo donde al menos las lágrimas no son tangibles y si donde nos aniquilan podemos seguir respirando. Pero un espacio no libre de ansiedades y batallas. No exento de torturas y victorial. Un mundo donde al final de la jornada el guerrero salva a la princesa, le da un beso y parte hacia una nueva contienda. Y así una y otra vez. Hasta el final de los tiempos.
Querida Emy Martin: Vivimos días atribulados. Ya no sabemos qué diferencia hay entre nuestro mundo y el mundo de los avatares. Te acompaño en el sentimiento.

Zaragoza, 2013

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