El lenguaje de la fe.

El lenguaje de la fe
es complicado
y hace en ocasiones
que me duela la cabeza.

Según mi fe
no es lo mismo
la pena que la lástima.
Por eso, a esos,
que siempre hablan
pensado que tienen la verdad
entre sus manos,
como si fuera un sombrero negro
del que saldrá un conejo,
yo les digo:
No señor, no es lo mismo,
no es lo mismo
la pena que la lástima.
Como no es lo mismo
el café y el té de Ceylán.
La pena, por ejemplo,
puede ser un castigo,
una aflicción,
una verguenza,
una timidez.
Por otra parte,
y hablando claro,
la lástima
es una variedad de compasión,
un lamento,
un quejido
y hasta un poco de misericordia.
Así que cuando me expongas tus razones
has un ejercicio de cordura
y escoge bien las palabras.
Sé claro,
nítido,
blanco,
y define los conceptos con palabras.

¿Yo? ¿Qué cómo me siento yo?
Pues hay días.
Hoy, por ponerte otro ejemplo,
tengo el corazón con equimosis.

Como veras
el lenguaje de la fe
es complicado.





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